sábado, agosto 27, 2005

La fuerza de lo sutil

Unos cuantos años atrás, cuatro más o menos, acompañé a mi hermano al centro, para buscar una dirección. Se trataba de una dirección que yo mismo había encontrado dias atrás en un tienda de libros. Era un pequeño papel que decía que en el número x de Teatinos, había una escuela de Kung Fu.
Mi hermano había practicado Kung Fu durante un par de años en una escuela a la que ya no quería volver por razones personales. Esa tarde, para que mi hermano no se diera por vencido en su busqueda de una buena escuela de Kung Fú, decidí acompañarlo. Habíamos caminado por todo Teatinos cuando mi hermano me dijo, "Ya wevón si no está, seguramnte se cambiaron". Yo le respondí: "Mira, nos queda esa pura cuadra, si no está ahí nos devovlemos".
Caminamos, en la segunda puerta, decía Nam Wah Pai. "Bien" pensé, así es que entramos y la segunda decepción estaba ahí, tenían un atril con un montón de fotos de fisicoculturistas. Mi hermano, comletamente desanimado, me dijo "Ya devolvamonos...". "Pero ya estamos aquí" le dije, "preguntemos por último".
Voy a reconocer algo. La conversación que tuvimos con el instructor a cargo esa tarde (Christán) tuvo un efecto extrañisimo, dejó entusiasmado a mi hermano y a mi más incrédulo que nunca. Accedí a matricularme sólo porque me importaba que mi hermano siguiera haciendo Kung Fu, el tiene una habilidad natural para las artes marciales. Como en ese momento era un niño no se daba cuenta, y yo era mayor que él y no podía permitir que se dejara estar en algo en lo que era muy bueno. Sólo por eso me matriculé esa vez.
La conversación en cuestión iba muy bien hasta que Christián nos dijo algo como "... aquí nosotros trabajamos con energía...".
En ese momento se encendió mi alarma interna: "Peligro a cero metro" como diría Nicanor Parra.
Pensé: "Ah no, ya empezamos con la tonterita de las buenas vibras, la energía y todas esas pelotudeces" .Pero como en mi hermano produjo el efecto contrario, decidí matricularme con él. Honestamente, pensé que un sacrificio así por mi hermano era lo menos que podía hacer.
Pese a que las artes marciales, en especial el Kung Fu, siempre me resultaron asombrosas, no quería practicar en una escuela donde me fueran a hablar de "la energía".

Cuando niño soñaba con que un maestro oriental me enseñara un montón de cosas que nadie más sabía, y me quedaba en ese mundo imaginario por horas, pero como en mi casa, la plata no sobraba, hasta ese momento nunca pude practicar nada.
Unos días más tarde fué la primera clase.
Para mi fue tremendamente duro. Llevaba algunos años haciendo pesas en gimnasio y mi cerpo era bastante duro, por no decir tieso y carente de la más mínima coordinación. Mi hermano por el contrario se manejaba bien y sólo le corregían cosas que eran de su escuela anterior y no se hacían en esta.
Pasó cerca de un mes y nos llevaron donde practicaban los que llevaban más tiempo. Nos llevaron, en el fondo, para ver como eran los combates.
Nos sentaron en los bordes del salón y llamaron a un par de alumnos. Me parece que eran cinturón café. Uno era "Lalo", que ahora es cuarto Dan, y el otro, que no recuerdo su nombre, lo ví un par de años después haciendo un prueba en que con una mano presionaba dos palillos de comida china contra su garganta y otra persona golpea con fuerza esa mano, de manera que los palillos deberían enterrarse su garganta,... cosa que no courrió.
Ahora voy a reconocer otra cosa. Siempre he tenido más fuerza de la que corresponde a alguien de mi misma contextura física. Además hacía ejercicios casi todos los días desde que tenía 16 años (Cuando entré a la escuela tenía 24 o 25 años). Es decir, buen estado físico, y convencido de que mandaba al hospital a quien se me pusiera en frente en caso de ser necesario. Eso creía yo.
Comenzó el combate entre ellos , y lo que sentí fué increible. Me di cuenta que de haber recibido uno de esos golpes, uno sólo, no habría sido capaz de levantarme de nuevo. Y que podría haber golpeado con toda mi fuerza a cualquiera de esos dos y no les habría movido un pelo!!!!!
Debo decir que ese primer impacto fué devastador mentalmente. Todos esas sentadillas con 100 kilos, todos esos abdominales, todas esas tardes haciendome pebre en cada rutina de ejercicios, no tenían ninguna utilidad!!!!
Cómo era posibe que alguien tuviera tanta fuerza.
En ese momento me acordé de la primera conversación, "...aquí trabajamos con enegría...."
No había vuelta que darle, eso de la energía era cierto.

Y a continuación, la guinda de la torta.
Termina el combate y los dos se saludan como si nada, se dan la mano y se van a sentar. Ninguno de ellos estaba molesto ni adolorido despues de haberse golpeado de esa manera.
En ese momento, Juan,
el instructor Jefe, me llama al centro del salón.
Mi corazón se acelera ahora que ya sé que NO SÉ NADA!!!
Juan, mira al resto, y dice:"Lalo, ayudele a Rodrigo"
Miro al lado, y veo que uno de los que había combatido recién se pone de pie... en ese momento, empiezo a sudar frío. Mi campo de visión se reduce al tipo que está frente a mí, tengo el corazón como a mil por hora.
No escucho ni veo nada que no sean los movimientos del famoso Lalo.
En ese momento, vino mi segundo gran impacto. El alumno que estaba frente a mi, y que podría haber barrido el suelo conmigo, fué extremadamente respetuoso conmigo. No sólo no me golpeó, sino que me animaba para que intentara lanzar algún golpe. De hecho lo hice, pero ni se imaginan lo dificil que es coordinar un par de precarios golpes cuando tienes todos los músculos contraidos porque el tipo que está frente a tí acaba de recibir más de los puñetazos que puedes contar y ni si quera se inmutó.
Fianlmente, Juan terminó el combate, que de combate no tuvo nada, pero me permitió entender cuales era las características fundamentalas de NAM WAH PAI, el desarrollo y manejo de la energía interna para ser usada en un combate, y el respeto por los demás, sobre todo cuando quien está frente a ti es mucho mas débil que tu.
(Es hora de viajar, así es que mas tarde sigo escribiendo)